jueves, 13 de mayo de 2021

REFLEXIONES DE JOHN GRAY SOBRE LA GLOBALIZACION EN EL MARCO DE LA PANDEMIA

Millones de personas en el mundo comienzan a transitar por sus calles después de un cataclismo mundial. El cuadro impresionista es diferente al que abandonamos apresuradamente detrás de un tapabocas. Esto no es una ruptura temporal. La crisis que transitamos es un punto de inflexión en la historia. 
John Gray (South Shields, Reino Unido, 1948), filósofo político, es catedrático emérito de “Pensamiento Europeo” en la London School of Economics. Su último ensayo publicado es ‘Siete tipos de ateísmo’ (2019, editorial Sexto Piso). Afirma que la era del apogeo de la globalización ha llegado a su fin. Los países se debaten entre suprimir el virus y aplastar la economía. Muchos tropezarán y caerán. El principal escollo es la velocidad de adaptación de los pueblos a inventar y crear modos de vida diferentes. 
Deberemos construir economías y sociedades más duraderas y humanamente habitables que las expuestas a la anarquía del mercado global.
Jacques Attuil, en reflexiones que transcribimos en éste mismo blog, sumaba el “altruismo”. 
La población humana es demasiado numerosa para que la autosuficiencia local sea viable, y la mayor parte de la humanidad no está dispuesta a regresar a las comunidades pequeñas y cerradas de un pasado más distante, consciente que a la hiperglobalización de las últimas décadas tampoco va a volver.
Gray sostiene que el capitalismo liberal está en quiebra; que los suministros médicos necesarios se producirán en todas partes para evitar cuñas a la seguridad nacional interna de cada país; el sector aéreo se contraerá porque la gente viajará menos y las fronteras físicas serán un recuerdo de un mundo evaporado. La producción y el consumo dejarían de ser un objetivo prioritario, la población mundial dejaría de crecer y la innovación tecnológica mejoraría el arte de vivir. El Poder económico será esencialmente financiero y como tal, su expansión es global; no será patrimonio de ningún Estado. 
Las divisiones geopolíticas excluyen cualquier alternativa que pueda guardar algún parecido con un Gobierno mundial y, si existiese, los poderes financieros, competirían por controlarlo. 
Se torna imperioso atender los factores que agravan el cambio climático y convertir el planeta en un vertedero. La pandemia ha acelerado el cambio geopolítico. La religión y en ella los países teocráticos, se encuentran impotentes para explicar la pandemia. Los países musulmanes suman el desplome de los precios de petróleo y ello amenaza con la caída de su régimen teocrático. 
Los países de este de Asia seguramente continuará avanzando. Han dado una respuesta más eficaz a la pandemia (Taiwan, Corea del Sur, Singapur) y tienden a la desglobalización mucho más rápida que muchos países occidentales. 
John Gray confiesa que la posición de China es más compleja. Nadie sabe cuál ha sido el coste humano total del cierre chino. Aun así, parece que el régimen de Xi Jinping se ha beneficiado de la pandemia; el virus ha proporcionado una serie de argumentos para ampliar la vigilancia estatal e implantar un control político todavía más estricto. En vez de desaprovechar la crisis, el presidente se está sirviendo de ella para incrementar la influencia de su país. 
La Unión Europea, por su parte, es incapaz de cumplir las funciones protectoras de un Estado.
La libre circulación ya se ha suspendido. Otra crisis de emigración sumada a la presión sobre un euro disfuncional podría tener resultados nefastos. 
Gray sostiene que si la Unión Europea sobrevive, puede que se parezca al Sacro Imperio Romano en sus años finales, un fantasma que subsiste durante generaciones mientras el poder se ejerce en otro lugar. 
Rusia, por su parte asecha, ejerciendo una influencia creciente sobre la Unión Europea. Putin consolida su posición como potencia energética. Los gaseoductos de "Nord Stream" que atraviesan el Báltico aseguran el abastecimiento fiable de gas natural a Europa, al mismo tiempo que la hacen dependiente de Rusia y permiten a esta utilizar la energía como arma política. 
Biden y Estados Unidos procuran atender los desafíos expuestos sin olvidar la atención que imponen sus propios habitantes. 
El mundo ha cambiado de manera irreversible. El desmoronamiento no es solo de la hiperglobalización de las últimas décadas, sino el orden mundial implantado tras el final de la II Guerra Mundial. El virus ha roto un equilibrio imaginario y ha acelerado un proceso de desintegración. 
Persiste la idea de que las pandemias son incidentes pasajeros más que una parte integral de la historia. Detrás de ella está la creencia de que los seres humanos ya no formamos parte del mundo natural y podemos crear un ecosistema autónomo, separado del resto de la biosfera. La Covid-19 nos dice que no es así. Solo podremos defendernos de esta peste sirviéndonos de la ciencia y si en el futuro queremos ser menos vulnerables, tendremos que hacer cambios permanentes en nuestro modo de vida. 
A propósito: La textura de la vida cotidiana ha cambiado; en todas partes existe un sentimiento de fragilidad. La sensación de inestabilidad no afecta solo a la sociedad. La tecnología nos ayudará a adaptarnos en nuestras presentes condiciones extremas. La movilidad física se puede reducir trasladando muchas de nuestras actividades al ciberespacio. Es posible que las oficinas, los colegios, las universidades, las consultas médicas y otros centros de trabajo cambien para siempre. Las comunidades virtuales organizadas durante la epidemia han hecho posible que la gente llegue a conocerse mejor que nunca. El virus nos enseña no solo que el progreso es reversible, sino que puede socavar sus propias bases. Por citar el ejemplo más obvio, la globalización ha traído consigo grandes avances; gracias a ella, millones de personas han salido de la pobreza. Ahora este logro está en peligro. 
Pasada la pandemia, se torna inexorable al parecer, que aceptemos de buen grado o mala gana, un régimen de biovigilancia en aras de una mejor protección de su salud. Para superar nuestras vulnerabilidades, vamos a necesitar más intervención estatal, no menos, y además muy creativa. Los Gobiernos tendrán que incrementar considerablemente su respaldo a la investigación científica y a la innovación tecnológica. Aunque es posible que el tamaño del Estado no aumente en todos los casos, su influencia será omnipresente y, de acuerdo con los criterios del viejo mundo, más intrusiva. 
Una ventaja de la cuarentena es haber potenciado nuestra libertad de pensar e imaginar cómo vivir y poder compartirlo con nuestros amigos virtuales. 
13 de Mayo de 2021. 
Ricardo Alejandro Terrile Sierra (Fuente: El País- España-

No hay comentarios:

Publicar un comentario