domingo, 2 de junio de 2019

ELEMENTAL - MANUEL VICENT -El PAIS (02/06/2019)


Si una partícula elemental puede estar en dos sitios a la vez, si puede trasladarse de un lugar a otro sin pasar por en medio, si la línea recta no es la distancia más corta entre dos puntos porque el espacio es curvo, ¿qué razón hay para tener ideas firmes y ser una persona de palabra? 
En 1927, el físico alemán Werner Heisenberg enunció el principio de incertidumbre, que gobierna el mundo de las partículas elementales, por el que se establece que no es posible conocer simultáneamente la posición, la dirección o la masa de la materia. Si en física cuántica la certeza no existe y según los presocráticos el sí y el no se incluyen juntos en una misma respuesta, ¿por qué nos escandaliza que muchos políticos carezcan de principios y no cumplan con sus promesas? Al fin y al cabo se comportan según las reglas de las partículas elementales, que les permiten ir de un bando a otro sin pasar por el centro y tener dos ideologías contrarias. 
Si el principio de inseguridad e incertidumbre de Heisenberg se aplica a la democracia, resulta evidente por qué tu voto de izquierdas puede darle la victoria a tu enemigo de derechas y al revés. Pero contra las leyes de la naturaleza hay políticos todavía con la mano en el pecho y la golilla de hidalgo, que creen que pactar es claudicar y se agarran a la fe como el creyente que contrata un seguro de vida y espera a la vez que la fe le asegure la salvación eterna. Todo es relativo. 
La bola de cristal, que sostiene en su mano el "Salvator Mundi", atribuido según el principio de incertidumbre a Leonardo da Vinci, por el que un príncipe saudí pagó 450 millones de dólares, podría ser en realidad una bomba de racimo. ¿Qué va a ser de la política? 
En España predecir es difícil, sobre todo el pasado. Aquí puede caerte el Gordo de la lotería o una cornisa en la cabeza al salir de casa. Manuel Vicent

UN PEQUEÑO PARENTESIS

Un pequeño paréntesis en la investigación me arrastra a Pergamino, mi ciudad natal, en los comienzos de mis estudios en el Colegio Nacional Almirante Brown. La excelencia expositiva de nuestros profesores y su dedicación permanente, compensaban las permanentes limitaciones pedagógicas originados por magros presupuestos educativos. Carecíamos, en aquellos años, de las herramientas electrónicas actuales. En las clases de geografía, los mapas se desactualizaban como consecuencia de un mundo que se transformaban en la posguerra, producto de sus luchas anticolonialista en Africa y Asia. Las bibliotecas públicas y municipales era nuestro acceso a enciclopedias que las Escuelas y Colegios secundarios no podían adquirir. La carencia en los laboratorios de insumos para desarrollar nuestras clases de física y bioquímica nos potenciaba a buscar recursos con colectas familiares, rifas o concursos. Los nuevos descubrimientos de la ciencia matemática eran ajenos a programas que se reconocían como vetustos. La curiosidad del profesor era vital para introducir, fuera del contenido programático, aquellas novedades que nos resultaban fantásticas, aun a quienes detestábamos las ciencias exactas al extremo que siempre formaban parte de nuestro plan de estudios en Diciembre y Marzo.
Lo mío era la ciencia social: Esperar pacientemente la semana de mayo para debatir con la profesora de historia, la "mascara de Fernando VII, la controversia entre los intereses franceses, ingleses y españoles en el río de La Plata; Napoleón invadiendo España; Rosas y Urquiza, la generación de 1837 y la de 1880 o seguir atento desde el primer banco, los días martes y jueves, la exposición de nuestra profesora de Educación Democrática sobre el valor del sufragio a jóvenes que nunca habíamos votado y transitábamos el gobierno de facto de Onganía, Levigston y Lanusse.
La Universidad nos transformó; nos hizo diferentes, despojados de prejuicios. Aprendimos a leer y a escuchar "entre renglones", descubriendo en diarios, revistas, textos, películas, la ideología del mensaje y sobre todo, que la información brindada durante todo nuestra escuela primaria y secundaria tenia certezas, exageraciones, mentiras y distorsiones. Aprendimos que el fundamentalismo no era propiedad de los musulmanes ni de los judíos ortodoxos; también lo exponían los católicos, partidarios del "opus" y el sacerdote, los domingos, cuando nos castigaba con numerosos "padres nuestros" porque habíamos "confesado" nuestra fantasía erótica con la compañera de banco reducida a un beso igual al que Gary Grant le daba a Doris Day. 
La universidad publica no arancelada,  el "Comedor Universitario", las Bibliotecas Públicas, posibilitaron el acceso a estudios superiores de numerosos jóvenes que colaboraron con la movilidad social y la discriminación entre pobres y ricos.
La diversidad en los contenidos de los programas de estudios, los consiguientes debates que potenciaba la amplia bibliografía, mostraban una realidad diferente a que había reflejado durante tantos años "Editorial Kapeluz": La libertad de cátedra, los centros de estudiantes, la participación política, la toma de conciencia, la comprensión del momento institucional, el compromiso social y político.
Un pequeño paréntesis que sutilmente se expone como espejo para vernos, aunque solo sea un instante, el camino recorrido y el esfuerzo de nuestros padres.
Rosario, Junio de 2019