La encrucijada de la Corte Suprema Norteamericana
Juan Negri (*).
La Nación 18/02/2106
La muerte del juez Antonin Scalia el pasado sábado es un evento
políticamente muy significativo para los Estados Unidos no solamente porque
coincide con un año electoral, sino porque en el reemplazo del juez se puede
estar jugando el equilibrio político de la Corte Suprema.
La Corte estadounidense tiene, desde 1869, nueve miembros.
Asimismo, goza de una estabilidad muy notoria, ya que nunca uno de sus miembros
fue removido mediante juicio político. Estos dos elementos implican que la
orientación ideológica de la Corte se modifica muy lentamente, ya que los
presidentes suelen no poder nombrar un número de jueces suficiente como para
hacerlo. Solamente cuando varios presidentes de un mismo signo político van
acumulando nombramientos en la misma dirección la Corte va virando su
ideología.
Por ejemplo, los 20 años ininterrumpidos de gobiernos del
Partido Demócrata entre 1933 y 1953 construyeron la Corte más progresista de la
historia de aquel país, que durante las décadas del 50 y 60 dio paso al fin de
la segregación racial (fallo Brown vs. Board of Education), eliminó el rezo
obligatorio en las escuelas públicas (Engel vs. Vitale) e incluso legalizó el
aborto (Roe vs. Wade), entre otros fallos significativos. Los sucesivos
triunfos en elecciones presidenciales del Partido Republicano desde la década
del sesenta (y por ende, la capacidad de cubrir posiciones en la Corte) fueron
modificando paulatinamente el sesgo ideológico del tribunal, moviéndolo hacia
la derecha. De las últimas 22 vacantes en la Corte, el Partido Republicano
nombró 18. En otras palabras, hace ya un tiempo largo que la Corte es, en
líneas generales, conservadora. Los últimos fallos de la Corte actual, por
ejemplo, han llevado a varios analistas a concluir que estamos frente a la
composición más conservadora en más de setenta años.
Hasta la muerte de Scalia, la Corte actual poseía cuatro
miembros muy conservadores (el propio Scalia, Clarence Thomas, Samuel Alito y
John Roberts, el presidente), un moderado aunque de inclinaciones casi siempre
conservadoras (Anthony Kennedy) y cuatro miembros progresistas (Sonia
Sotomayor, Elena Kagan, Ruth Guinsburg y Stephen Breyer), que son los únicos
nombrados por presidentes demócratas. El juez Kennedy, al ser el fiel de la
balanza, suele determinar el resultado del voto. Habitualmente se ubica con el
ala conservadora, pero a veces no (por ejemplo, en el significativo fallo
Obergefell vs. Hodges, sobre el casamiento igualitario, votó con el bloque
progresista y por ello la Corte legalizó este último).
La significancia política de la muerte de Scalia reside en que
Obama tiene la oportunidad de nombrar a un juez cercano a su ideología y de
este modo consolidar el bloque más izquierdista en cinco miembros. Esto
cambiaría la orientación de la Corte. Esto es crucial, porque esta última tiene
la última palabra en temas muy sensibles que están en el centro de la discusión
política actual, como el derecho a portar armas, las garantías para los
inmigrantes y las minorías o el rol del dinero en la política.
¿Podrá Obama dar ese paso con un Senado opositor? Los senadores
republicanos están a la defensiva precisamente porque saben de las enormes
implicancias de un giro a la izquierda. El presidente del bloque de senadores
republicanos, Mitch McConnell, exigió que la vacante la cubra el próximo
presidente y adelantó que su partido se abstendrá de considerar el pliego de
cualquier individuo que Obama envíe.
¿Cómo se resolverá esta cuestión? Parece evidente que Obama no
podrá nombrar a nadie demasiado izquierdista (como hizo con Sonia Sotomayor y
Elena Kagan, por ejemplo). En aquel momento, Obama estaba en el pico de su
popularidad y mantenía la iniciativa política. Además, sus dos nombramientos
reemplazaban a jueces progresistas. Ahora, la posibilidad de cambiar la
ideología de la Corte en un año electoral dificulta el camino, ya que se
encontrará con la oposición de grupos activistas. Asimismo, estudios recientes
demuestran que las credenciales académicas no son tan importantes para los
senadores como la posición ideológica del individuo propuesto. Es más probable
entonces que Obama intente con alguien más moderado ideológicamente, aunque
afín a sus creencias. Aun así, parece difícil que el Senado no cajonee la
propuesta presidencial y espere hasta el comienzo de la próxima administración.
Seguramente seamos testigos de la candidatura más controvertida a la Corte
Suprema en 25 años.
(*) Doctor en
Ciencia Política, University of Pittsburgh, Unsam
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